martes, 1 de diciembre de 2015

Experiencias personales; Memoria Practicum

Cuando empiezas una carrera como enfermería tienes que tener claro que tu vida ya nunca más va a ser la misma, dejas atrás el pensar en ti mismo únicamente para empezar a preocuparte más por el resto de personas. Y es que trabajamos con personas que durante su estancia en el hospital se encuentran débiles y asustadas, y necesitan que estés ahí con ellos, que les cuides, que les atiendas y les tiendas la mano en todo momento.

Esto es lo que he aprendido durante estas prácticas,  a prácticamente olvidarme de mi misma y vivir para mis pacientes, que cuando te pones tu pijama blanco no sólo hay que colgar tu ropa de calle, sino tus problemas externos, hemos elegido una profesión en la que se necesita en cada acción el 100% de nuestra atención, no podemos permitirnos el distraernos, no podemos permitirnos pagar nuestras frustraciones con nuestros pacientes, pues ellos no tienen la culpa de nada y ya tienen bastante con tener que estar en el hospital, lejos de su casa y a veces de su familia.
Aprendí que una caricia, una mirada, una sonrisa o simplemente una palabra a veces son el mejor analgésico que existe.
En estas semanas tuve una paciente ingresada durante mucho tiempo, tenía cálculos biliares y había que realizarle una CPRE, la paciente estaba magnífica, era agradable, era permisiva y nunca cuestionaba tu trabajo, la describiría como una paciente modelo, por lo que fuese conectamos muchísimo y siempre mantuvimos una muy buena relación. Al realizarle la CPRE la perforaron y pasó de ser una persona alegre y con ganas de vivir a una criatura indefensa, melancólica y con miedo. Nos desvivimos por ella, por intentar que no tuviese dolor, que no pensase en cosas negativas, pues ella decía que se iba a morir.  Procuré siempre que no pensase en cosas malas, que todo iba a salir bien, la atendí lo mejor que pude, con palabras amables, apretones de mano, paños de agua fresca, lo que fuese para hacerla sentir mejor; pero fue a peor y un Lunes volví y ella ya no estaba, me asusté y pregunté por ella, estaba en la REA, por la mañana las hojas de la paciente subieron a buscarme, a darme las gracias por lo bien que me había portado, que daba gusto ver a alguien tan joven y con tantas ganas de todo; me dijeron que su madre preguntó por m, por la enfermera de la coleta larga y morena, sentí que era mi responsabilidad bajar a verla a animarla a decirle que todo iba a salir bien, que estaba en manos de los mejores enfermeros, que aunque yo ya no estuviese para dedicarle una sonrisa o una caricia siempre habrían otros.
No soy capaz de describir lo que sentí cuando entré a verla, su mirada se iluminó de alegría, me acerqué a ella y me cogió la mano fuerte, me sonrió, tan tiernamente que tuve ganas incluso de llorar, me dio mil gracias por todo el tiempo que había cuidado de ella, por bajar a verla…

Esto es para mí la Enfermería, simplemente. Y doy gracias a todos los que nos animan a seguir día día, padres y profesores.
Pues hoy, estoy más segura que nunca que he elegido la mejor profesión del mundo.
                                                                                                                                    

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